2022 – Proyecto PLAGIOS

Si analizamos, medimos y escudriñamos con lupa cualquier obra de arte, ¿cuánto en ella resultará un verdadero aporte único del autor y qué porcentaje será lo prestado, apropiado y asimilado de sus antecesores y contemporáneos? ¿Existe una pieza totalmente libre de referencias, inspiraciones, influencias, pequeños robos y tímidas usurpaciones? Evidentemente no. Desde la Última Cena de Da Vinci hasta el Cuadrado Negro de Malevich y más allá, ninguna obra se ha construido desde cero. Un préstamo / plagio / robo puede ser obvio o solapado, consciente o intuitivo, autorizado o clandestino. Puede variar desde una recreación o cita directa hasta la reutilización libre de un método o patrón visual. La jurisprudencia dice lo propio sobre tales casos, determinando qué préstamo es legítimo y termina en un museo y cuál debe ser calificado como un delito. Se sabe que, a pesar de todos los intentos de trazar una línea definida entre los primeros y los segundos, en la práctica nos topamos con muchos casos más que polémicos y ambiguos.

Entre artistas que trabajan juntos, colaboran, se comunican y comparten ideas constantemente, son habituales influencias mutuas, y a veces apropiaciones directas de rasgos y elementos visuales concretos. Generalmente esos intercambios transcurren espontánea e inconscientemente, aunque eventualmente pueden ser reflexivos e intencionales.

La Hora Tinta es un colectivo que se cristalizó en los años 2018-2019 y desde entonces viene desarrollando proyectos conjuntos. El Proyecto Plagios lleva la práctica de préstamos e influencias al campo de experimento deliberado. Once artistas integrantes del grupo acordaron producir obras basadas en trabajos anteriores de sus compañeros, a modo de un juego. Para crear condiciones iguales para todos los participantes, la elección de quién “plagia” a quién no fue dejada al libre albedrío de cada uno sino se definió por una rifa, que generó la siguiente cadena cerrada: Fabrizzio Yabar “plagia” a Edwar Garcés; Gustavo Fernández “plagia” a Lennin Vásquez; Elvis Mena “plagia” a Paolo Vigo; Andrea Flores “plagia” a Fabrizzio Yabar; Daniela Farfán “plagia” a Elvis Mena; Vera Tyuleneva “plagia” a Daniela Farfán; Paolo Vigo “plagia” a Vera Tyuleneva; Edson Chacón “plagia” a Gustavo Fernández; Lennin Vásquez “plagia” a Edson Chacón; Cristian Dávila “plagia” a Andrea Flores; Edwar Garcés “plagia” a Cristian Dávila. Se decidió que el “plagio” puede manifestarse en referencias visuales directas y claras, pero también puede ubicarse en un plano más general de similitud en los lenguajes y esquemas visuales, del sistema de ideas y el repertorio temático.

El fruto de este experimento lúdico es una colección de obras, a primera vista muy disímiles y heterogéneas, pero unidas por un hilo común. En cada caso en particular, la naturaleza y la forma de interacción entre el “plagiador” y el “plagiado”, ha sido distinta, desde los parentescos muy evidentes, hasta los vínculos más sutiles y casi imperceptibles en la superficie. El proceso de colaboración artística también ha evolucionado de forma diferente en cada caso: en algunos se dio un diálogo constante, intercambio de consejos y opiniones, mientras en otros tuvo lugar un desarrollo totalmente autónomo, en el que el “plagiador” se proponía sorprender al “plagiado” con un giro interpretativo inesperado.

Al momento de colocar esta colección en la sala, las obras de los “plagiadores” han sido conectadas con los trabajos de los respectivos “plagiados” por unos “caminos” trazados en el piso, graficando el mapa didáctico de la estructura del proyecto. El espectador que quisiera acercarse a la lógica del proceso y la secuencia de los “plagios”, sólo tiene que seguir esos derroteros.

Vera Tyuleneva, curadora