GUSTAVO FERNÁNDEZ (Cusco, 1983) es artista visual autodidacta y arquitecto graduado de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. Su obra es predominantemente gráfica, influida por el expresionismo en las artes visuales y el simbolismo en el ámbito literario, aplicado a la creación visual. En su narrativa se evidencia una combinación ecléctica de elementos y arquetipos de distintas procedencias, que desarrolló colaborando varios proyectos de ilustración e identidad gráfica. Desde el año 2008 ha participado en distintos proyectos artísticos individuales, bipersonales y colectivos, entre los que destacan las tres ediciones de la muestra colectiva “Barroco Remix” entre los años 2015 y 2017. Es integrante del colectivo La Hora Tinta desde 2019. Durante el año 2017 incursionó en la gestión cultural y curaduría colaborando en la organización y montaje de la primera Bienal de Fotografía del Cusco, donde inició su formación en la curaduría de arte contemporáneo. Es integrante de la asociación Patronato Cultural Cusco que congrega distintas organizaciones culturales y curadores independientes. Actualmente cursa estudios de posgrado en Arquitectura con mención en conservación del Patrimonio y Gestión Cultural en la UNSAAC.
“EL RITO DE LA PRIMAVERA”. Video arte / animación, 2021.
El 29 de mayo de 1913, un muy joven Igor Stravinsky estrenó el ballet “La Consagración de la Primavera”, contaba con una coreografía original de Vaslav Nijinsky, una de las figuras más influyentes en la historia de las artes escénicas. “La Consagración de la Primavera” no solo es recordada por ser una de las obras musicales más vanguardistas del siglo XX, también se recuerdan los disturbios y la controversia que se generaron durante su estreno: la concepción musical disruptiva y disonante de Stravinsky unida a la crudeza interpretativa de Nijinsky, pasaron a la historia. La obra nos presenta una puesta en escena de una versión ficcional de varios rituales de la Rusia pagana y la trama tiene como protagonista a una joven elegida para bailar hasta morir como sacrificio para celebrar la llegada de la primavera.
La idea de Stravinsky y Nijinsky de buscar en la historia antigua de su pueblo la sacralización de los ciclos de la naturaleza entrelazándolos con la vida y la muerte no era nueva ni exclusiva de su obra. Los artistas modernos rescataron estos valores del romanticismo y el tema estaba muy en boga en las primeras décadas del siglo XX. Mencionaré a T.S. Eliot y su obra principal, el poema “La Tierra Baldía” de 1922, en la que se nos presenta un relato idealizado y tanático de la Primera Guerra Mundial. Eliot encuentra en la abyección desmesurada de la guerra moderna paralelos con la mitología y los rituales paganos del mundo antiguo desde un lenguaje polifónico que, al igual que en el caso de Stravinsky, se propone incomodar al lector.
Es posible entender la muerte como un estadio de incubación de la vida nueva y es posible entender a las bacterias, gérmenes o virus como la voz o la presencia de nuestros ancestros, aquellos que produjeron el caldo de cultivo primordial, que hizo posible nuestra evolución y permanencia a través de transformaciones sucesivas. Puede parecer que hemos cambiado mucho desde ese inicio pero la ilusión de la omnipotencia de lo humano y la fragilidad de los dioses que hemos creado a nuestra imagen y semejanza se han visto desbaratados por la pandemia del COVID 19. Nos hemos descubierto vulnerables y sometidos al mandato de las leyes naturales, nuestros microscópicos ancestros nos lo recuerdan desde el despliegue vertiginoso de los ciclos de la vida y la muerte.
Nos encontramos inmersos en una actualidad abrumada por la situación sanitaria. Busco respuestas para entender lo que sucede y casi siempre encuentro las más convincentes en el arte, el arte siempre ha funcionado para mí como un facilitador en la comprensión de los procesos históricos. Durante la pandemia me puse a releer “La Tierra Baldía” de Eliot y me topé con Stravinsky y su “Consagración de la Primavera” que, entre algunas otras cosas, me hicieron entender mi proceso personal como un ritual donde se presentan los ciclos naturales.
Los tres últimos movimientos de “La Consagración de la Primavera”: “Evocación de los Antepasados”, “Acción Ritual de los Antepasados” y “Danza Sagrada (la Elegida)” se constituyen en un epílogo extático que elegí no solo como entorno musical sino también como una ruta conceptual ordenadora de las secuencias de este proyecto de video arte.
“El Rito de la Primavera” expresa de modo violento y disruptivo mi proceso de aprendizaje durante este tiempo de pandemia. La muerte nunca antes había estado tan cerca ni se había vuelto tan masiva, por esa razón trato de representarla desde una gráfica agresiva asociada a mi propia imagen, para encontrar en cada fotograma-autorretrato una forma gestual distinta de la muerte.
“APOCALIPSIS AYER”. Video arte / animación, 2021.
El olor a abismo y final de los tiempos se presenta a la humanidad de cuando en cuando. Al desmoronarse las formas del mundo, la sustancia se abre paso con algún vértigo. Cuando el mundo medieval languidecía, fue el redescubrimiento del orden apolíneo y clásico lo que fundó la era moderna. El abismo y la nostalgia del tiempo que no volverá, fueron retratados de modo magistral en una de las obras postreras de William Shakespeare, “La Tempestad”, del año 1611. Sus protagonistas nos muestran los arquetipos del universo medieval, sobre todo la mística y la sabiduría: Próspero el hechicero, que plasma la fatiga de toda una época. Son sus sirvientes en la isla dos seres mágicos: Calibán, que representa un poder nacido de las pasiones, y Ariel, que representa un poder ordenador que favorece lo apolíneo. El hombre de la naciente modernidad percibía la realidad como una complementariedad recíproca entre lo apolíneo y lo báquico. Shakespeare retrata a Calibán y Ariel como alegoría a ese equilibrio. El cristianismo tuvo a Dios y al Diablo. Hoy, cuando Calibán en la isla es un exhausto guardián que exige que la humanidad lo libere, mirando nuestro reflejo en las aguas turbias del tiempo, podríamos preguntarnos cómo será el día siguiente después del apocalipsis.
GUSTAVO FERNÁNDEZ. “BABY BACO”. Video arte / animación. 2021.
¿Adónde, Baco, me arrebatas, lleno de ti?
¿A qué bosques, a qué cavernas
soy arrastrado velozmente por una mente nueva?
¿En qué antro seré oído
meditando introducir la gloria eterna
del egregio César en los astros y en la asamblea
de Júpiter? Cantaré lo insigne, lo nuevo,
lo que ninguna boca ha cantado.
Horacio. A Baco (fragmento).
A veces me parece que oigo decir al vino —él habla con su alma, con esa voz de los espíritus que sólo los espíritus comprenden—: «Hombre, mi bien amado, quiero hacerte llegar, a pesar de mi cárcel de vidrio y mis cerrojos de corcho, un canto lleno de fraternidad, un canto lleno de alegría, de luz y de esperanza. No soy ingrato y sé que te debo la vida. Sé que eso te ha costado trabajo y sol en los hombros. Tú me has dado la vida y te recompensaré. Te pagaré mi deuda con largueza, porque siento un júbilo extraordinario cuando caigo en el fondo de una garganta sedienta por el trabajo. El pecho de un hombre honrado es una morada que me agrada mucho más que esos sótanos melancólicos e insensibles. Es una tumba alegre donde cumplo con entusiasmo mi destino. Armo un zafarrancho en el estómago del obrero y, desde allí, por escaleras invisibles, subo hasta su cerebro, donde ejecuto mi suprema danza. ¿Oyes cómo se agitan y resuenan en mí los poderosos estribillos de los tiempos antiguos, los cantos del amor y de la gloria? Yo soy el alma de la patria, galante a medias y a medias militar. Soy la esperanza de los días de fiesta, pues el trabajo hace los días prósperos y el vino hace los domingos dichosos. Arremangado y con los codos apoyados en la mesa de la familia, me elogiarás con orgullo y te sentirás verdaderamente contento.»
Charles Baudelaire. Los paraísos artificiales (fragmento).
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