PARTICIPAN: ANDREA FLORES · FABRIZZIO YABAR · ELVIS MENA · PAOLO VIGO · DANIELA FARFÁN · EDSON CHACÓN · LENNIN VÁSQUEZ · CRISTIAN DÁVILA · HUGO SALAZAR CHUQUIMANGO · EDWAR GARCÉS · GUSTAVO FERNÁNDEZ · VERA TYULENEVA.
ARTISTA INVITADO: EDWIN CHÁVEZ FARFÁN.
Curaduría: Vera Tyuleneva
Espacio 111 – Casa Fugaz – Monumental Callao – Lima
11/11/2023 – 29/12/2023
Este nuevo proyecto del colectivo La Hora Tinta es un experimento en el campo del grabado digital y una reflexión sobre los horizontes de la imagen reproducible en nuestros tiempos.
ANDREA FLORES
“Puskay”. Díptico. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de fotografía y bordado. 2023
FABRIZZIO YABAR
“Textil Nº1” / “Textil Chancay” / “Textil Cupisnique” / “Textil Chavín”.
Serie “Textiles precolombinos”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de dibujo digital. 2023
EDSON CHACÓN
“Equilibrista” / “Noche” / “Arcángel IV”.
Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de acuarela y técnica mixta sobre papel y cartulina. 2023
DANIELA FARFÁN
“Movimiento”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de dibujo sobre cartulina. 2023
GUSTAVO FERNÁNDEZ
“Chañan Cori Coca” / “Toledo” / “Selenque”.
Serie “Cusco, Ombligo Celestial”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de dibujo con tinta y marcador sobre papel con capas de cinta adhesiva. 2023
ELVIS MENA
“Dispersión continua”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de carboncillo esfumado sobre cartulina. 2023
EDWIN CHÁVEZ FARFÁN
“En el Cuzqo”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de litografía. 1986-2023
“Eros”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de pintura y collage digital. 1993-2023
CRISTIAN DÁVILA
Serie “Jugando con las luces”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de dibujo sobre cartulina. 2023
HUGO SALAZAR CHUQUIMANGO
“Escudo”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de acuarela y tinta estilográfica sobre papel. 2023
PAOLO VIGO
Serie “Reserva viva”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de fotografía y collage digital. 2022-2023
LENNIN VÁSQUEZ
“Origen” / “Las obsesiones del dibujante” / “La barca del absurdo”.
Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de técnica mixta sobre cartulina. 2019-2023
EDWAR GARCÉS
“El problema”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de dibujo a tinta. 2023
VERA TYULENEVA
Serie “Babel”. Grabado digital, impreso en lona cruda, a partir de collage y dibujo digital. 2020-2023
Pasó poco menos de un siglo desde la aparición del revolucionario ensayo de Walter Benjamin “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” (1935). En la masificación del arte a través del copiado automatizado, Benjamin veía el bien y el mal fusionados en un solo implacable proceso que abría infinitas posibilidades y, al mismo tiempo, desacralizaba la obra, la privaba de su carácter único e irrepetible, propio de una reliquia o un objeto de culto, destruyendo su “aura”, el halo místico de autenticidad y singularidad.
Los anhelos y temores de Benjamin eran producto de su momento, giraban en torno de los avances tecnológicos que irrumpían con fuerza en la escena en aquel tiempo: la fotografía, la impresión offset y el cine en sus primeros pasos. Desde entonces, los métodos de reproducción en las artes se han multiplicado y desarrollado a un ritmo vertiginoso, especialmente a fines del siglo XX y las primeras décadas del XXI, con la llegada de la era digital y el crecimiento del arsenal multimedia. Muchos artistas se dejan llevar por la marea tecnológica, embriagados por los nuevos horizontes que se les abren, pero hay muchos otros, quienes le oponen la resistencia sistemática, defendiendo a muerte la sacra autenticidad de la pieza única y su inviolable “aura”. Se podría creer que se tratara de una cruzada espiritual contra el supuesto sacrilegio, sin embargo, en la práctica, es una táctica condicionada en gran medida por la estructura del mercado artístico. El “aura” tiene su precio.
En la historia del arte, el grabado fue uno de los primeros artificios que permitió dar a las imágenes una mayor circulación, reducir los tiempos y bajar los costos de su producción, acercándolas a un número mayor de espectadores, de ese modo democratizando su propagación. Sin embargo, todas las técnicas tradicionales de grabado dan como resultado series limitadas. La impresión se hace a partir de una matriz que se desgasta gradualmente hasta ser descartada. Una vez concluidas las impresiones de prueba, las primeras copias sacadas en limpio son las más nítidas y, por lo general, las más valoradas. El propio procedimiento técnico crea cierta jerarquía dentro de la secuencia de las impresiones, por eso se estila marcar los grabados con un número que consiste de dos partes, separadas por una barra oblicua, donde el primer número significa la posición del print en la serie, mientras el segundo señala la cantidad total de las impresiones hechas a partir de la matriz.
Poniendo los grabados a la venta, siempre se recalca: “serie limitada”. Cada impresión no es un objeto único en el sentido estricto, pero es segmento de un circuito cerrado. Un solo grabado, tomado por separado, no es único, mas toda la serie en conjunto lo es. El “aura” de Benjamin no desaparece por completo, sino termina rebanada en trozos. Comprando un grabado marcado 2/30, el coleccionista se siente el segundo más afortunado entre los treinta socios del exclusivo club, único en el mundo, que une a los felices poseedores de sus respectivas treinta tajadas del “aura”.
La digitalidad permite el cambio cualitativo en la naturaleza de la obra de arte. La transforma del bien finito al bien no finito, usando el lenguaje de la economía. La imagen digital, siendo en su esencia un valor matemático, es una matriz que no se desgasta ni envejece y que, por lo tanto, puede generar una cantidad potencialmente ilimitada de reproducciones en distintos soportes, como también puede ser vista en su prístina forma virtual, inmaterial, llevando una vida errante, efímera, deambulando de pantalla en pantalla, o siendo proyectada sobre distintas superficies. La obra digital, por su propia naturaleza impalpable, es lo más cercano a la tan soñada inmortalidad del arte.
La infinita imagen digital está acabando no sólo con el “aura” y la mística de la obra única, sino también (¡o tristeza para los marchantes y galeristas!) con el mercado del coleccionismo como lo conocíamos a lo largo de los últimos siglos. El espumoso flamante negocio de los NFTs, que salió con vehemencia a la defensa de ese mercado, no parece más que un intento de contener al furibundo genio en un frasco de perfume.
A pesar del deslumbrante potencial visual que nos ofrece la observación de una imagen en pantalla, nos apegamos a la materialidad del arte. Digan lo que digan, pero lo queremos colgado en la pared. Podría parecer que la tangibilidad de una obra está directamente ligada a su carácter único, pero en la práctica se trata de dos cosas distintas. Un grabado digital o una impresión offset son materiales, mas no únicos: tanto un libro como un print pueden reproducirse a partir de un archivo digital una y otra vez. Muchos amantes y consumidores asiduos del arte hoy, la clase media ilustrada, para la que resulta inalcanzable el aún vigente mercado artístico de piezas únicas con “aura”, se llevan a casa un Da Vinci, Gauguin o Klimt materializados en un libro ilustrado o en un afiche enmarcable. Existe el mito de que sólo viendo el original se puede obtener la plena noción del valor estético de la obra, pero, si seguimos de cerca las vivencias empíricas de los espectadores, veremos que a menudo la impresión de alta calidad de una pieza de arte permite su mejor apreciación que en una sala de museo, a distancia de varios metros, chocando codos con otros visitantes y corriendo contra el reloj. Pero, claro está, la ilustración en un libro no viene con el “aura” incluida.
Un afiche o un libro de arte, aunque carecen del “aura”, con frecuencia se ganan un fuerte afecto de su dueño, un afecto parecido al que siente un coleccionista hacia las obras originales de su acervo. Un afecto de posesión. Las pantallas se prenden y se apagan, las imágenes se deslizan por ellas. Pero, estando en casa, queremos posar la mirada en el lugar acostumbrado donde siempre encontraremos a nuestro favorito Miró o Schiele en modo afiche, o la repisa con libros de arte, parte de nuestro hábitat, hito geográfico en el mapa de nuestros dominios privados.
Un Miró hecho afiche, o un Schiele en formato de libro, son reproducciones a partir de originales únicos, tangibles y hechos a mano. Pero existe hoy toda una galaxia de imágenes artísticas creadas desde cero en el espacio virtual. La fotografía y el diseño digital, las obras dibujadas con el uso de tabletas gráficas, y todas las posibles combinaciones de esas técnicas, nacen sin cuerpo físico. El original, el sacro portador del “aura” del antaño, en este caso se torna incorpóreo y efímero. Pero a partir de él pueden multiplicarse sus manifestaciones materiales, impresas en distintas técnicas, formatos y soportes.
El grabado digital tiene algunos puntos en común con el grabado tradicional, “analógico”, y en otros aspectos se contrapone radicalmente a él. La principal distinción radica en el hecho de que un grabado digital, por su propia naturaleza, no presupone una serie limitada de copias. En primer lugar, no es necesario agrupar las reproducciones en una serie: impresiones digitales pueden hacerse una por una. En segundo lugar, nada impide seguir imprimiéndolas literalmente ad infinitum, puesto que no existe el desgaste mecánico de la matriz. Sin embargo, como bien se sabe, los artistas que hacen y venden grabados digitales, siguen marcándolos como series limitadas: 1/30, 3/5. No es una mera inercia, es la condición que impone el mercado para crear la aureola de exclusividad, una especie de “aura” postiza, que garantiza al grabado un alto valor comercial y, además, permite diferenciar y jerarquizarlo. Sí señores, 1/5 no es lo mismo que 28/30.
Este sencillo truco trata de encasillar en unos límites artificiales algo que, por su propia esencia, niega todo límite. El gran caldero virtual está rebalsando de imágenes artísticas libreandantes, sean de dominio público, pirateadas o puestas al acceso abierto por sus propios autores. En los ámbitos de la fotografía, el cine y la música esta “zona franca” es aún más amplia, dinámica e incierta en cuanto a regulaciones y leyes que la rigen.
El arte de crear una imagen en el espacio digital y el arte de materializarla, son dos campos un tanto distintos. Aquí se da cierta similitud con el proceso del grabado tradicional. En los siglos pretéritos, el artista con frecuencia sólo hacía el dibujo gráfico, mientras el grabador se encargaba de transferirlo a la tabla y luego al papel. La primera tarea se percibía como creativa, la segunda como técnica, aunque esa segunda fase generalmente también requería de considerables habilidades y criterios estéticos. En algunos casos, el dibujante y el grabador eran la misma persona. Y si eran dos maestros distintos, entre ambos debía existir una gran sinergia. También hoy el artista digital, creando una imagen, o adaptándola para la impresión, debe tener unos amplios conocimientos de los soportes, los tintes y los procedimientos que darán a su obra una vida palpable, y a menudo, aunque no siempre, él mismo es el que posee y maneja los equipos de impresión.
Este proyecto, titulado “X / ∞ (Equis del Infinito)”, es un experimento colectivo en el campo del grabado digital y una reflexión sobre los horizontes de la imagen “reproducible” en nuestros días. Su repetición en potencial puede ser infinita, y cada siguiente ejemplar no tiene un orden fijo jerárquico en la secuencia. Es una nueva propuesta del colectivo La Hora Tinta, que continúa las indagaciones anteriores sobre formas artísticas alternativas de la era digital y sobre el concepto de la autenticidad, manteniendo conexión con nuestros proyectos de los años pasados: “Re-animación”, “San Duchamp”, “Poqen Kancha / Perú Cadáver Exquisito” y “Plagios”. Algunas de las piezas de esta muestra son imágenes creadas digitalmente; otras, por lo contrario, son reproducciones de obras originales únicas en soporte físico; y hay las que combinan ambos principios, transformando con medios digitales las obras físicas pre-existentes.
El soporte elegido es uniforme en toda la colección: la lona cruda es un material cálido, flexible, fácilmente transportable y, además, mantiene un parentesco, significativo para muchos, con el tradicional lienzo usado para la pintura al óleo. La impresión digital sobre este material es una de las numerosas nuevas técnicas que surgen y se perfeccionan cada día. Por su calidad, precisión y resistencia física se acerca a la serigrafía, pero tiene la ventaja de brindar un mayor espectro de posibilidades gráficas.
Esta modalidad de existencia de la obra artística, duradera y versátil, de relativamente bajo costo, que tiene la capacidad de emplear el inmenso repertorio de tecnologías disponibles hoy, hace posible que el arte ya no sea el jardín cerrado de los acaudalados coleccionistas. Va borrando paulatinamente la frontera entre el sacro original y la profana copia, para que un aficionado al arte, curioso, leído, despierto, pero no muy adinerado, pueda llevarse a su casa, a la par con el libro ilustrado y el afiche comprado en un museo, una de nuestras telas.
Vera Tyuleneva